No distraiga su atención del todo en lo electoral mientras operativos como el de ayer ocurren en Tlaxcala.
Se lo digo a cuento de la localización y rescate de 726 migrantes hallados en una bodega en el municipio de Coaxomulco.
Y es que, aun cuando la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) afirme los migrantes estaban casi casi pasándola bien, qué puede decir la comparsa de la gobernadora.
Lo cierto es que un operativo tan grande merece el reflector internacional.
En un estado tan pequeño como puede ser Tlaxcala, comparado a otros de la república, se ha documentado la presencia de narcolaboratorios, bodegas de huachicol, tráfico y venta de estupefacientes en escuelas, casas de seguridad utilizadas por secuestradores y un sin número de pérdidas humanas a causa de ataques directos con extrema violencia.
La cereza del pastel, una bodega común donde se ocultaba por orden de alguien a 726 indocumentados de diversas nacionalidades entre los que había niños, adolescentes, hombres, mujeres y núcleos familiares completos, 80 para ser exactos.
El tráfico de personas en cualquiera de sus modalidades no sólo implica la red de corrupción operada para cruzar las fronteras a los indocumentados, también tiene relación con la amenaza, el secuestro, engaño y abuso de poder, sin perder de vista el lucrativo negocio que representa para los tratantes.
En vano la tecnología, infraestructura, consejos de seguridad y recursos económicos destinados a garantizar que en Tlaxcala no se cometan tales delitos, si nadie observó a tiempo cómo llegaron y desde cuándo tantas personas a una bodega.
Lo que es más y peor, cómo salían de ahí, a dónde eran llevados y quien o quienes operan tal red.
Ojalá las tres personas detenidas faciliten información para que la investigación llegue a buen fin.
Pues aunque la autoridad se niegue a aceptar que en Tlaxcala opera el crimen organizado los hechos nos dicen otra cosa.
Hasta mañana…
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