En el marco del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, desde el Movimiento de Personas con Discapacidad en Tlaxcala, planteamos cuatro historias de tlaxcaltecas que viven con una discapacidad, y de quienes nos parece pertinente que la sociedad conozca.
Esta es la segunda.
Me llamo Jean Marie, soy comunicóloga de profesión. Todo era “normal”, pero en 2019, un accidente laboral se combinó con una mala praxis médica, dejándome con una discapacidad motriz.
Para muchos, esto podría haber sido una tragedia total, especialmente al ser mujer, madre, profesional y encontrarme en una edad media. Sin embargo, esta experiencia ha sido una lección de vida transformadora.
No es simplemente un crecimiento emocional personal; es una revelación que te sensibiliza de una manera única. Si bien antes tenía la perspectiva de apoyar a las personas con discapacidad, ahora, al estar en estos “zapatos”, me considero una persona 100% empática.
Cambié, para ser alguien que, en carne propia, comprende las necesidades y ajustes requeridos para una verdadera inclusión. Así surge la convicción de que no debemos seguir maquillando aspectos en los que se necesita la labor de activistas, ciudadanía y, sobre todo, políticas y acciones gubernamentales en todos los niveles y poderes.
Es imperativo dar prioridad a las personas con discapacidad, reconocer sus necesidades y capacidades. No más discursos vacíos, necesitamos que la inclusión sea una realidad palpable en nuestras vidas.
Mi experiencia laboral también ha sido reveladora. Tuve un compañero de oficina, servidor público y abogado, que se autodenominaba empático y respetuoso hacia las
Personas con Discapacidad (PCD). Sin embargo, a diario, hacía comentarios y bromas despectivas sobre mi andadera, creyendo que era un accesorio de moda o un juguete.
Esta falta de empatía y respeto evidencia la necesidad de una educación más profunda y una verdadera comprensión de las experiencias de las PCD.
Las instituciones gubernamentales, a pesar de presumir ser inclusivas, a menudo se quedan cortas: rampas que son más estorbos que soluciones, cajones de estacionamiento inaccesibles y la falta de consideración en la planificación de edificios son solo algunos ejemplos. Incluso en simulacros de protección civil, la falta de protocolos específicos para PCD revela una falta de conciencia sobre nuestras necesidades.
Las barreras cotidianas son numerosas. Desde la falta de rampas accesibles hasta la falta de conciencia en el uso de cajones de estacionamiento para PCD, la discriminación persiste. La sociedad necesita comprender que la inclusión va más allá de eso; implica repensar la estructura misma de nuestro entorno.
Yo, también soy madre de una niña con espectro autista, y ella ha sido mi mayor inspiración. Me ha mostrado la verdadera resiliencia y me ha enseñado a luchar por los derechos y la inclusión.
Mi hija y yo compartimos un sueño: una sociedad donde la inclusión no sea solo un discurso vacío, sino una realidad palpable. Queremos que la perspectiva de género y discapacidad se integre de manera genuina en las políticas públicas y acciones gubernamentales.
En palabras de Martin Luther King, “Yo tuve un sueño”. Nosotras también soñamos con un mundo donde ejercer nuestros derechos como PCD sea la norma, donde la dignidad humana prevalezca y donde la inclusión sea una realidad cotidiana y no solo un discurso ocasional.
Foto: Movimiento PcD Tlaxcala